jueves, 8 de febrero de 2018

Las falacias de la proporcionalidad

Cuando en el Congreso de los Diputados existe una SubComisión que está analizando las propuestas de reforma electoral aportadas por todos los grupos, PODEMOS y CIUDADANOS se descuelgan con un grupo propio de trabajo para trabajar en “su propia propuesta de reforma”.

Más allá de que una reforma de lo que conocemos como las “reglas del juego” nunca ha tenido éxito cuando se ha planteado con premisas de parte, sino cuando los diferentes actores se han sentado de manera honesta para abordar conjuntamente dicha reforma, la intención de los grupos de la nueva política dista mucho de mejorar la calidad democrática de nuestro sistema político, sino de mejorar su propia representación.

Antes de analizar lo que conocemos hasta ahora, principalmente la “interesada” propuesta de PODEMOS, dejemos claras algunas cosas.

  •      No, un sistema más proporcional no es más democrático que otros. La calidad democrática de un sistema electoral viene determinada por la forma en la que ese sistema ha sido adoptado y si el producto del mismo responde a estándares compartidos de calidad del voto y la representación. Negar esta realidad, es negar el sello democrático a sistemas como el británico (voto mayoritario en distrito uninominal), al norteamericano (diputados por distrito) u otros.
  • ·      Sin negar que un sistema electoral debe observar la proporcionalidad como valor, hay otro no menos importante que es garantizar la conformación de gobiernos, la estabilidad. En sistemas presidenciales es menos relevante, pero en sistemas parlamentarios es fundamental.

Dicho esto, y al margen de otras cuestiones como la obligatoriedad de debates electorales, temas de campaña o el voto rogado, lo más relevante de la propuesta anunciada por PODEMOS es, atención, un cambio de fórmula (de D´Hont a Sainte-Laguë)  que garantice que, con los mismos votos que tienen, tanto ellos como CIUDADANOS obtengan más diputados que los actuales y PSOE y PP menos.

Esta no es una reforma contra el PP es una reforma contra la estabilidad. Las proyecciones del 26-J, puestas como ejemplo restan más escaños a PP que PSOE, pero si se utilizara como ejemplo cualquier victoria de Zapatero, el resultado sería al revés. Es decir, los partidos más pequeños, tienen un interés directo en la propuesta al mejorar su representación y, además, demuestran que su vocación no es el Gobierno, sino influir en los gobiernos o dificultar, simplemente, su formación.

Para intentar darle cierto rigor a la propuesta ponen ejemplos de países donde la fórmula Sainte-Laguë es aplicada dando lugar a parlamentos más proporcionales, “más democráticos”. Pero obvian que estos países difieren en su sistema electoral en muchos más aspectos:

  • ·     En Suecia para reducir el riesgo de fragmentación hay una barrera electoral del 12% en la circunscripción o el 4% en el conjunto del país. En España es el 3% y a estos mismos grupos les parece mucho.
  • ·      En Dinamarca, al igual que en otros países nórdicos, hay tradición de pactos, además de tener un sistema con listas abiertas o, una población total similar a la Comunidad de Madrid. Recordemos que Asamblea de Madrid con 129 diputados, o los 36 que se eligen al Congreso de los Diputados garantizan la práctica proporcionalidad.
  • ·     En Alemania tuvieron una representación proporcional pura durante la República de Weimar (1919 - 1933), más justa imposible, pero la cambiaron porque dio lugar  a un sistema partidario fragmentado y a la formación de gobiernos inestables. Hoy aplican la famosa fórmula Sainte Lagüe, pero dentro de un sistema de doble votación, una para votar al diputado de distrito (300 diputados) y otros 300 se deciden en lista por circunscripción. Es un sistema que trata de compensar, pero un sistema no exento de críticas por su propia complejidad.  
  • ·     Nueva Zelanda es otro de los ejemplos. Lo que no cuenta es que su apuesta proporcional con Sainte Lagüe nace en 1993 dejando atrás un sistema mayoritario de distritos uninominales. Nada que ver con España. Hoy en día es un sistema no menos cuestionado por provocar gobiernos menos estables y menos eficaces.

En España, cada 4 años, abordamos elecciones municipales en los más de 8.000 municipios, y más allá de la fórmula de reparto, nadie cuestiona la proporcionalidad de esa elección. Lo que muchos olvidan es que para garantizar la formación de gobiernos locales, existe una cláusula que garantiza que de no haber mayorías absolutas en la constitución, se convierte en alcalde el candidato de la lista más votada.

Un sistema electoral debe tener en cuenta factores diversos: historia, cultura, tamaño del país, fórmula electoral, barrera, circunscripciones etc. El éxito del modelo depende por tanto de la coherencia con la que se engarcen todas esas piezas. Pretender modificar un sistema, simplemente por “copiar” una fórmula de reparto más favorable, no sólo es una chapuza legislativa, sino que demuestra la clara intencionalidad que hay detrás.


En definitiva, PODEMOS y CIUDADANOS pretenden aunar esfuerzos y ofrecer una propuesta conjunta. Es legítimo. Pero que ni ellos, ni sus voceros, pretendan convencernos de que hay una motivación altruista de mejora de nuestra calidad democrática, adaptando nuestro sistema electoral a la realidad política y social. Es más, no hay mayor muestra de la flexibilidad y acierto del modelo actual que el hecho de que es este sistema el que permite a formaciones inexistentes hace 4 años tener un peso relevante en el Parlamento.