En estos días se ha conocido quien será el sustituto de Alan Solomont al frente de la Embajada de EEUU en Madrid. Y al margen de cualquier otra consideración
geopolítica, lo que está siendo noticiable es que el nominado James Costos, es en la actualidad vicepresidente
de HBO, una de
las más importantes cadenas de televisión por cable y satélite, que, al igual
que sucedió con Solomont, tuvo un importante papel en la recaudación de fondos
para la campaña electoral de Obama. La cosa no queda ahí porque a Costos le une
una especial relación con los Obama ya que su pareja, Michael Smith un conocido
decorador, fue a quien el matrimonio
Obama encargó el diseño de interiores de la Casa Blanca.
No fue
noticia ni sorprendía a nadie que Costos y Smith facilitaran en diversas
ocasiones su exclusiva residencia en Los Ángeles y su ático en la mejor zona de
Manhattan, en Nueva York, para la celebración de eventos destinados a captar dinero para la campaña de
Obama.
No critico la elección de Obama, ni el sistema americano del que, creo, podríamos aprender muchas cosas. El americano, es un modelo de financiación de campañas
que respeto pero que sobre todo es entendible y defendible en el contexto de la historia y la tradición de
una democracia de más de 200 años. Una historia basada en el individualismo de
los candidatos y en el pleno reconocimiento a los lobbys y grupos de presión como
actores políticos de influencia, no sólo durante las campañas electorales.
Tras la
masacre de Newton,
una mayoría de ciudadanos se posicionó a favor de una mayor regulación de las
armas en EEUU, pero esa mayoría ha ido menguando tras el shock inicial y ha coincidió
con el rechazo del Senado a esa mayor regulación. El hecho de que la Asociación
del Rifle haya contribuido a sufragar las campañas de la mayoría de senadores
(demócratas y republicanos) que votaron en contra, no ha sorprendido a nadie.
La
crisis económica, social y política que vive España y parte de la UE ha abierto
un debate sobre los ajustes en el sector público llegando incluso a plantearse
el final de este modelo de financiación pública de partidos. Yo no lo rechazo
al 100%, pero me surgen innumerables dudas al respecto.
¿Estamos
preparados para aceptar de la noche a la mañana un modelo como el americano? ¿No
hubo suspicacias cuando parte del mundo del cine, regado con subvenciones
públicas en los Gobiernos del PSOE, apoyaba las campañas de Zapatero y una de
sus integrantes acabó de Ministra de Cultura? ¿Aceptaríamos que un Presidente
de Gobierno nombrara Ministro de Sanidad a un empresario farmacéutico que
hubiera hecho donativos a su partido? ¿Los nombramientos que hacen los
Presidentes de USA responden al interés general o a devolver favores? Yo creo que responde a lo primero, aunque todo el mundo pensara que es a lo segundo. Allí la
gente lo asume como algo normal, aquí sería carnaza para sesudos programas
nocturnos de debate y la principal crítica sería la posible corrupción.
¡Ay la
corrupción! Ningún modelo está a salvo de ella. Por desgracia en España sabemos
de eso. Pero desde luego, el deberle algo a quien ha financiado tu campaña
aleja más aún la defensa del interés general. De hecho sorprende el interés de
algunos en vincular los donativos legales que reciben los partidos provenientes
de particulares con favores concedidos, cuando esas donaciones en España no
alcanzan el 10% de la financiación total de los mismos en el mayor de los casos.
Todos
los Presidentes de EEUU han tenido que negociar y “trapichear” con congresistas
de su propio partido para lograr el apoyo a proyectos vitales de su administración
y en interés general del país. Pero este cabildeo no siempre ha estado ligado a
la defensa del Congresista de los intereses propios de su
distrito (lo cual podría ser loable) sino al choque de intereses con quienes
han financiado parte de su campaña.
¿La
solución? No hay varitas mágicas. Pero sin duda parte del debate quedaría apagado
si la transparencia fuera aún mayor, así como los mecanismos de control de los
partidos y de sus campañas. Al fin y al cabo hablamos del dinero de los
ciudadanos que es entregado a los partidos que, como dice la Constitución, “expresan
el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad
popular y son instrumento fundamental para la participación política”.
Los partidos no le deben (o no deberían deber) nada a ningún grupo de interés
sino que les deben todo a los ciudadanos que con su voto libre e igual otorgan
su confianza.
"Hace años me propuse conservar mi
independencia y lo he conseguido. No debo nada a nadie, ni tengo más
compromisos que con vosotros y los españoles". Esa es
nuestra realidad, la realidad del Partido Popular en palabras de Mariano
Rajoy en el último Congreso del Partido Popular. Una realidad que quizá
algunos no entiendan o compartan y que sin duda explica el rumbo firme y
determinante del Gobierno frente a algunas críticas más o menos interesadas por
su escasa influencia en las decisiones del Gobierno con el 2º mayor respaldo de
la democracia.
La Ley
de Transparencia que ha impulsado el Gobierno del PP y ya en tramitación en el
Congreso será sin duda una paso determinante y cualitativo. Una Ley en la que
junto a la Casa Real, la Iglesia y todos los niveles de la Administración, se incluirá
a los partidos políticos como sujetos obligados a esa transparencia en su
funcionamiento y en sus cuentas.
En fin.
Ahí está el debate. Y no debemos rehuirlo. Pero con rigor y seriedad. De
sistemas de pura financiación privada de campañas se dice que el poder no
reside en los partidos (¡oh que bendición! dirán algunos). La duda es si
realmente el mal llamado “poder” residiría exclusivamente en los ciudadanos (como
debe ser con y sin partidos) o está compartido con grupos de interés, lobbys, grupos mediáticos
y un largo etc.
Recordando
el famoso discurso de Lincoln en Gettysburg de “el gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo”. Quiero creer, quizá ingenuamente, que en estos
30 largos años de democracia, todos los partidos democráticos, con aciertos y errores, han
trabajado al servicio de la gente, por la gente y para la gente. Un cambio de
modelo en el sentido que nos ocupa ¿garantizará el mismo compromiso de quienes
tiene un responsabilidad política y ostentan un cargo de representación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario