
Los hechos ocurridos la pasada semana en el Campus de Somosaguas, donde un “grupito de progres” decidió irrumpir en una capilla para protestar contra la Iglesia me han traído algunos recuerdos. Y ninguno bueno.
Yo estudié en ese campus. Pasé discretamente algunos años estudiando “Gestión y Administración Pública” en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Estudié, conocí gente y lo pasé muy bien… pero que muy bien, pero también pude ser testigo y vivir en primera persona como, grupos radicales como éste, hacían y deshacían en el Campus mientras el Rectorado y el Decanato miraban para otro lado. Siempre he huido de la politización en la educación, pero entendía que si la política tenía que convivir con los estudiantes, el mejor lugar para ello era la Facultad de Políticas, y así fue. El debate era constante, las iniciativas se sucedían unas a otras, en definitiva, era sin duda una Facultad viva pero, por desgracia, era una Facultad ( y a tenor de lo visto sigue siéndolo) secuestrada por una “gentuza” que pide libertad para hacer lo que le viene en gana sin respetar el derecho de los demás estudiantes.
Son muchos los recuerdos como digo. Recuerdo la Sala en la Planta -1 denominada “Aula para trabajos en Grupo” y que casi siempre estaba cerrada o cedida a asociaciones de estos “progres estudiantes” (algunos ni lo eran) para sus perfomance; eran representaciones teatrales como unos disfrazados de Okupas y otros de antidisturbios tratando de desalojar la sala. Imaginar cómo quedaba dicha aula. Recuerdo el salón de Actos, casi en frente de la Cafetería, lugar de macrobotellones o con un suelo más asqueroso que el de una discoteca tras una noche larga. Recuerdo no haber podido entrar algún día a la Facultad, porque sus fiestas y/o protestas incluían bloquear el paso y restringir el derecho del resto a ir a la Facultad. Y recuerdo a la Infanta Cristina –ella sí, antigua estudiante aquí-, acudiendo a una acto del 50 Aniversario y siendo insultada por éstos demócratas.
Yo defiendo el derecho de estudiantes y estudiantas (según doctrina Aído) a expresar su posición contraria a la Iglesia Católica. También me gustaría ver a estas estudiantes tan valientes que dicen defender los derechos de la mujer, con una perfomance similar en templos o centros que promueven el velo a los mujeres o que las denigran hasta límites insospechados. No. No se atreverían.
Pero como decía al comienzo, esta actitud no sería el “pan nuestro de cada día” sin el silencio cómplice, cuando no apoyo y subvenciones de quienes dirigen la Universidad o la Facultad, o de quienes tienen todavía una tarea más importante. Me refiero a algunos profesores, incitadores en muchos casos y cuando no “aplaudidores” de éstas acciones. Los recuerdo entonces, y lo compruebo hoy mismo al leer artículos como el de este profesor de la propia facultad, en un diario de moda en la izquierda radical. En una Facultad como la de CC. Políticas, quienes debieran enseñar valores como la tolerancia, el respeto a las ideas y el fomento de la democracia, justifican y amparan actitudes y comportamientos que, precisamente, pretenden socavar esos mismos principios. Lamentable.