martes, 1 de marzo de 2011

Hoy no he encontrado título para este post…

…pero sabía desde el principio de qué quería hablar. Porque son de estos días que le da a uno por reflexionar, no sé porqué hoy, y ve con cierta claridad algunas cuestiones relacionadas con el presente y futuro de nuestro país.

Llevaba varios días buscando tema para escribir: el cáncer, la crisis económica, el Gobierno, el futuro, los jóvenes, las Elecciones, del modelo energético, de los límites de velocidad, las pensiones… y hoy otra vez el cáncer. Y al final, si lo pensamos fríamente, todo está de una manera relacionado. Desvarío… no se… quizá. Pero trataré de ordenar las ideas.

Hoy no toca crítica fácil al Gobierno, porque creo que esta idea lo trasciende y lo supera. Creo que hablo de un problema más intrínseco, un problema de modelo de país. En fin, allá voy (me temo que será de los largos…).

Hace una semana leía un reportaje del dominical de El Mundo sobre la fuga de cerebros. Básicamente se centraba en casi 200 personas (pocas quizá si pensamos en los casi 5 millones de parados), pero hablamos de las 200 mentes más privilegiadas de nuestra ciencia. Se trata de los jóvenes que pertenecen al Programa Ramón y Cajal, una iniciativa pionera en nuestro país, que fue capaz de atraer a España a jóvenes que estudiaban fuera, para que aquí llevaran a cabo sus proyectos científicos. En 2009, un 23% de quienes requerían una plaza fija se fueron a la calle, en 2010 fue el 46% y para 2011 se espera que el 63% corran la misma suerte. Y la suerte no es otra que, al no tener empleo ni respaldo, opten por buscarse la vida fuera de España.

Al leerlo recordaba las intenciones de Alemania de ofrecer contratos a nuestros jóvenes de más alta cualificación (ingenieros, arquitectos, economistas…). Y a pesar de la consecuencia dramática que esconde esta iniciativa, hubo quien apenas le dio importancia con una especie de “Ya volverán cuando aquí estemos mejor”.

El problema es ese. Que posiblemente no vuelvan. No volverán los investigadores que se van el MIT o a Harvard, ni nuestros ingenieros que firmen un contrato con Volkswagen. Y eso es un verdadero hándicap para la recuperación económica de España. Porque si una asignatura pendiente son las reformas que necesitan nuestras instituciones para salir más reforzadas de este “mini crak”, no lo es menos que debemos salir más preparados y con todos los recursos a punto.

Se ha dicho, y no sin razón, que de la economía del ladrillo ya no se podrá vivir, que debemos pasar a una economía basada en el conocimiento, en la investigación y en la innovación. Por fortuna, eso no es un bien del subsuelo como el petróleo, que se tiene o no se tiene. No. Es un bien que se crea, que se cuida y que se mantiene. Es un bien que se fomenta. Pero, si debemos cambiar el modelo económico ¿Por qué permitimos que nuestras mentes más valiosas emigren? ¿Por qué no invertimos en ello? La crisis no puede ser la excusa, cuando hablamos de preparar a quienes deben liderar y protagonizar la vida de nuestro país las próximas décadas. En conocimiento se puede competir, pero sólo competiremos si apostamos por ello.

Y apostar por el conocimiento no consiste sólo en apoyar a unas cuantas mentes privilegiadas. Ese es el máximo exponente de lo que debe ser una política educativa que garantice a nuestros jóvenes más oportunidades en el futuro, una formación que les haga ser tan competitivos como cualquier europeo y un mercado de trabajo atractivo y flexible. Esa será la mejor garantía para que nuestro sistema de bienestar y de protección social, siga siendo tan envidiable y viable como hasta ahora. La juventud española que ahora tiene que acceder al mercado de trabajo es la actual garantía de las pensiones de nuestros mayores, pero sólo un cambio profundo en la manera de preparar a las nuevas generaciones hará posible que los jóvenes de hoy también tengan garantiza su pensión mañana. Un tema que también les preocupa.

España es un gran país y tenemos potencial de sobra para poder llevar a cabo, no sólo una serie de reformas, sino una reformulación de los principios básicos sobre los que debe asentarse nuestro modelo educativo y productivo.

Para eso no sólo es necesario un Gobierno sólido, con proyecto y con las ideas claras. Ese es sólo un paso. Cambiar la mentalidad de la sociedad, de las empresas, de los formadores, de los dirigentes políticos en cada una de sus responsabilidades, es la tarea más ardua. Y no se trata de hacer ingeniería social, sino de que todos se sientan partícipes del gran reto colectivo que tenemos por delante. Cuanto más tarde nos pongamos a ello, más tarde y en peor condiciones saldremos de esta crisis, y las consecuencias no los pagaremos nosotros. No. Las pagaran y las sufrirán quienes vienen detrás.

P.D. (1) Entre los proyectos de los ingenieros que han echado una instancia para irse a Alemania o los científicos que están mirando a EE.UU hay algunos vinculados a la energía, a mejorar procesos productivos y hacerlos más sostenibles desde el punto de vista medioambiental. ¿No tiene más sentido cuidar ese “Know How” (palabro) que sacarse de la manga más prohibiciones cómo la limitación de velocidad? ¿Si queremos mejorar nuestros sistema productivo y energético, no debemos apoyar a quienes deben de darnos la base científica y técnica para ello? ¿O lo dejamos a la tarea de un VicePresidente de turno que improvisa antes de una rueda de prensa?

P.D. (2). Pero lo que me angustia sobremanera en estos días (y gracias a Dios no estoy afectado de una manera especialmente directa) es que entre estos proyectos científicos había algunos vinculados a la lucha contra el cáncer. Vale que el conocimiento científico es universal, y que cualquier logro internacional redunda en el beneficio de todo el planeta, pero tenemos la obligación moral de poner todo cuanto esté en nuestras manos para acabar esta enfermedad. Se ha avanzado mucho, pero la cura no ha llegado. Y que, como país, perdamos la oportunidad de poner todo cuanto esté en nuestra mano, para lograr un bien que nos supera como nación y cómo civilización, es un error de grandes proporciones.

P.D. (3) Sí. Al final ha sido de los largos. Si has llegado hasta aquí. Gracias por compartir esta reflexión.