lunes, 26 de julio de 2010

Final de un viaje apasionante

Obviamente no he podido escribir desde USA todo lo que me hubiera gustado y, tras una semana desde mi regreso, trato de ordenar pensamientos, ideas y reflexiones sobre un país, un sistema político, una sociedad y una cultura que no ha dejado de sorprenderme y que, como toda democracia moderna, tiene sus claroscuros.

La primera reflexión es que es imposible comparar un país del tamaño de Europa con España, por mucho que a los amantes del federalismo traten de ver similitudes y vías de desarrollo. Otra cosa es pensar que los Estados Miembros de la UE, que la propia UE debiera encaminarse hacia una especie de Estados Unidos de Europa. Difícil igualmente pues aún siendo voluntaria la unión de los Estados en 1787 en EE.UU, su historia, arraigo y concepción nacional dista mucho de la europea. Allí son americanos antes que de Carolina del Norte, aquí somos conquenses antes que españoles y mucho menos Europeos.

Sorprende igualmente la sociedad civil, involucrada en asuntos comunitarios, locales o comarcales y la importancia que se le da a la elección de numerosos cargos públicos. Todo el mundo sabe que aunque se hable de elección directa del Presidente de EE.UU, no es cierta por la mediación de los colegios electorales, pero en cambio en EE.UU te encuentras estados como New Hampshire en la que la “funcionaria” que lleva el registro del Juzgado del Condado de Merrimack, Jane Bradstreet, está ya en campaña para su reelección.

Es extraordinario ver cómo cambia un país de costa a costa. Si vascos y andaluces tiene sus peculiaridades, imaginar entre Boston y Los Ángeles. Por cierto que si en EE.UU hay influencia española, en la zona de Los Ángeles y Texas, llega a límites para mí insospechados, como la presencia de España en la simbología de estos Estados (ni qué decir tiene que todos querían la victoria de España en la World Cup). Es curioso ver cómo el sistema Presidencialista baja desde el nivel Federal, al Estatal y de ahí al local, donde los Alcaldes tienen su equipo y el Pleno Municipal funciona aparte y sin oposición. El Pleno lo componen los concejales de Distrito (con sus áreas correspondientes) que han ganado las elecciones en su demarcación.

Y hablando de España, es sorprendente cómo el español, el castellano, forma parte de la vida americana cada día, de manera más intensa. Anuncios en los aeropuertos en ambos idiomas, publicidad institucional o campañas políticas en castellano o en inglés o anuncios exclusivamente en castellano. Y lo sorprendente es que no hay nadie que lo imponga, no hay ley al respecto.

Ningún americano aceptaría que un Gobierno le diría cómo poner un anuncio o qué idioma usar en su comercio (¿nos suena?) Aquí la libertad está por encima incluso del Gobierno de turno. No es descartable que en el futuro se comience a enseñar ambas lenguas en el colegio.

Pero mientras existe un gran concepto de nación y un orgullo de pertenencia a una democracia tan sólida como la norteamericana, hay un gran reto en el horizonte.

Mi experiencia en EE.UU me ha llevado a ver cómo Congresistas y Senadores sufren para buscar el equilibrio entre el interés general y la obtención de fondos para su circunscripción; es el oscuro mundo de las earmarks.



En España las negociaciones del Presupuesto están llenas de enmiendas (earmarks) con intereses concretos: un grupo nacionalista da su apoyo a los PGE a cambio de transferencias para su región, ya sean de competencias o en especie. Pero ¿entenderíamos que una Ley General de Educación, incluyera como enmienda una partida destinada a hacer una carretera en Asturias? Eso pasa a diario allí, cuando un senador da su apoyo a leyes federales a cambio de fondos para su Estado. ¿Dónde queda el interés nacional y general?


Al mismo tiempo un ciudadano norteamericano está sujeto al Código Penal de su Estado, tiene más o menos derechos sociales en función del condado en el que viva, y oportunidades de una educación de calidad para sus hijos que varían de un barrio a otro.

Son sólo algunos ejemplos, pero todos ellos dan una idea de lo que algunos profesores universitarios nos adelantaron: la creciente concienciación acerca de la necesidad de establecer unos mínimos estándares comunes para todos los ciudadanos norteamericanos. Es decir, el federalismo bien, el respeto a los Estados bien. Pero como nación, cada vez son más amplias y más altas las voces que reclaman un cierto papel de centralidad del Gobierno Federal para asegurar la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, con independencia del Estado, el Condado o la ciudad en la que vivan. (Esto también nos suena ¿verdad?)

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